¿Quién nos llamó a este mundo, para
describirlo aún más o para recordar de él sus tantas premisas que terminan por
acabar con nuestro ánimo y quietud? ¿Es acaso la literatura un camino o un
medio o una predestinación a la que tarde o temprano somos llamados para
adentrarnos en ella? Preguntas así no surgen para cuando escribimos, ni
siquiera ahora que pienso en lo siguiente que va a venir, unos dos puntos:
Entonces escribimos. Nos dejan una tarea en
la escuela y la escribimos, mal que bien redactada y lo hacemos. Escribir en
ese caso es un deber o una imposición.
Alguien desea olvidar, dejar pasar aquello o bien conservarlo porque las
fotografías son balances generales; surge entonces la necesidad. Pero cuando el
deber y la necesidad se juntan, cuando pasan las horas y deseas llenarte de un
poco más del mundo, surge el absurdo y lo vano; ahí hablamos justamente de la
acción que nos lleva a este oficio. Absurdo oficio.
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