Monseñor (porque más tarde lo fue) Pérez,
Obispo de Juli; describe un perfecto auto pase mientras que yo, su fiel
monaguillo, lo intento y termino en el suelo para burla general de todos los
wachiturros del oratorio. Había algo en mi ser de niño, inocente y torpe y
temeroso que me llevaba a él y darle una extraña reverencia con mi compañía y
mi forma como lo escuchaba. Pocos sacerdotes salesianos tienen esa virtud, la
de ejercer influencias directamente en los niños.
Ni el método de prevención, ni los sueños de Don Bosco,
habían llegado a mí en ese época ha calar tan hondamente; pues sólo después que
dejé el oratorio leería la biografía del santo italiano. Era ese testimonio de
vida, esa forma de enseñar de adoptar distintos estímulos y motivaciones para
con los demás compañeros del oratorio. Tiempo después, mis pretensiones y
logros fueron ensalzados con las noticias de la ordenación de este sacerdote
como obispo y luego con su paso feliz a la inmortalidad. Alegría y santidad.
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