Odiaba tener el cabello corto, pero según las costumbres escolares y el departamento de Normas;era necesario.Me molestaba que llegado el mes tenía que pasar por el peluquero y ver a través de los espejos, como caían mis dulces guedejas.
Pero algo de interesante tramaba por mi mente, cuando notaba que mi mamá pasaría a recogerme.En la peluquería Pino de 28 de Julio (Que ahora no existe o se ha trasladado) un niño de colegio agustino, terminada la labor del cortado de cabella se escapaba sigilosamente del recinto nada más y nada menos que con los tres soles del pago de servicio. Total los dueños asumirían que la madre regresaría. Ese niño, que luego iría a los videojuegos, era yo.
Yo era muy traviezo.
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