Conoces al Perú, cuando viajas por avión y atraviesas sus colinas y sus valles en cuestión de milisegundos; lo conoces profundamente aunque en el fondo de las conversaciones omitas a uno de ellos.
El que menos ha oído hablar de Arequipa y Cuzco y sólo conoces lo segundo, aun cuando no te dejaron subir al Machu Picchu por ser menor de edad; pero uno bien ha sobrevolado por ahí. Y eso es mejor considerado aún, por cuanto hay evidencias claras de que te has puesto a pensar en aquellos lugares con los más justos aires de superioridad.
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