viernes, 17 de junio de 2011

Ocasiones Especiales



Contemplo el contenedor de las cenizas de la abuelita de uno de mis mejores amigos. Mientras escribo estas líneas puedo recobrar la integridad de una vida, su paso por la mía; la ayuda que pude darle para acceder a la rampa de la capilla. El mundo se vuelve a armar y luego la ausencia.

La longevidad llega a su tope, los ojos insensatos de un casi hermano se sumergen a la soledad miraflorina de las lágrimas y la vida se apresura a llevarnos a casa nuevamente, con la sola esperanza de que el tiempo acabe también con nosotros. Pero ay, bien que fueron nuestras abuelas.

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