Ya no era la clase de geografía ni el dibujito del río ancho y caudaloso del libro. Era mi respiración, el quemar de mi piel, el sentir de mi cuerpo con el vapor. Era la selva frente a mí.
Liz tuvo la gentileza de invitarme, excluyendo los pasajes y los regalos por supuesto. Pero la acogida, la comida y la experiencia vivida en Moyobamba (departamento de San Martín), fue algo invalorable.
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