Un tiempo llegó a ser mi vicio, un tiempo llegó a violentar mi inocencia. Yo sólo quería monitos, fútbol japonés, naves carritos y otra vez monitos. Mi vida era parte de todo eso.
Pero tuvo que llegar el prometido Playstation para que pasara a otro nivel, como una especie de ascenso, como el crecimiento de una cartera de inversiones, como un orgasmo femenino a los 50, como diría mi abuela “Un dios rogando y con el (mando) dando”. El juego vino a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario