Llegado la fecha de mi cumpleaños, siento el no abrazo de mi querida abuela. El cielo me muestra la sonrisa de su eterna de su vida y mis pensamientos adquieren una dulce calma.
Mi mamá en cambio, sin anticiparme el regalo, me manda a mi cuarto de buenas a primeras a empezar por los pantalones y a terminar por la camisa. Luego seguido, lavar todo lo que me puse un día antes, arriba y sin lavadora. Orden, tu imagen. Eran las tantas cosas que me precedieron al “Feliz cumpleaños” y a su tradicional.
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