martes, 19 de agosto de 2008

Conociendo el Perú



Joey Arroyo inmortalizaría aquella noche en Tacna, precisamente entonando “La Noche” en tanto observaba desde el balcón del Gran Hotel Corregidor, del que recuedo sus frutas, sus calles empedradas. Sin embargo, sentía la soledad de Tacna como si mi madre y yo fuéramos los únicos.

Un paseo junto a mamá y mis recientes regalos de cumpleaños, la llegada a un parque con una locomotora en el centro. Me subí a ella en cuestión de segundos e inspeccioné a su alrededor. Tenía seis años y sentía que en Tacna había dos habitantes, mamá y yo. Lo sentía precisamente en las cenas o cuando tomaba el baño junto con ella, porque total tenía seis años y era su hijo y pensaba que éramos los únicos. De aquel regreso de la plaza uno de mis carritos cayóse a la pista, observé su desaparición total.
Pero mamá me deparó un regalito especial que conformaría el pilar de mi inocencia, un perezocito que se prendía del atuendo, era el reemplazo del volquetito. Dicho peluchito se llamaba Fri Fric.

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