martes, 29 de abril de 2008

Retratos por la Tarde

Habían tantos, demasiados. Ni la tarde bastaba para contarlos (Aún cuando no sabía contar). Eran los discos de Vinilo de los tíos. De cuarenta y cinco revoluciones por minuto, los más pequeños. Al alcance de mis dedos y de mi fuerza. Quería jugar y lo hice.

En el punto más alto de la casa, comencé a arrojarlos cual si fueran platillos. Algunos se estrellaban en la pared del vecino, otros caían suavemente sobre la arena. Las salsas sensuales, los clásicos del rock, llegaban al punto máximo, sus obras iban por el cielo; por obra y gracia de un niño que no recibía ni award ni punizione por eso. Yo era muy traviezo.

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