martes, 29 de abril de 2008

Sobre Cucos y Tardes

Yo nunca le tuve miedo al Cuco. Me parecía un ser imbécil que asusta a los niños. Kelly en cambio tenía en miedo del loco. Una vez me pidió que le tapara mientras orinaba detrás de un viejo medidor, "Tengo miedo del loco". Yo no, tenía 6 años.

Dos años antes, mientras Mamá trabajaba en una panadería ubicada en el primer piso, hilvanaba mis juegos y mis miradas solitarias al cielo, en un ergástulo con forma de cuarto. Muy cerca estaba una ventana con salida al vacío gratificante de un tercer piso.

Cierta tarde, desperté en una ambulancia, con mamá en llantos y con mi maestra del jardín. Me llevaron a la clínica Ricardo Palma. La segunda vez que desperté, no sentí mi menton. Mi mamá me dio unas galletitas de Vainilla que hasta ahora me gustan. Me contó que me había caido desde el tercer piso, sobre la tierra o la arena gruesa o no se sabe dónde pero que ahora ya podía comer mi angelito. Los ángeles existen después de todo.

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