El sentido de la responsabilidad muchas
veces nos termina por desorientar. Nos agarra de sorpresa como una ola. La
muerte en ese sentido se parece mucho a la responsabilidad. Porque cuando
pensamos tanto en ella, nos desconectamos y de pronto el mundo nos parece un
juego. Hasta que de pronto chocan a tu ómnibus, por detrás y una salta como una
liebre luego del susto de un tigre.
Y de pronto tu espalda comienza a irritarse y
emerge una pequeñísima franja de dolor. Los demás pasajeros salen, el chofer y
el cobrador maldiciendo su mala suerte. Y uno con prisa por salir de ese
escenario y tomar otro bus, porque el trabajo espera. Y al diablo el dolor y
los médicos legistas.
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