Nuestras madres saben que en el saber cocinar, decae todo su sentir natural, sus dulzuras, sus delicadezas y su servicio. Yo para cocinar soy un metodista, un improvisado admirador del sazonador y de la pimienta a gustos controlados.
Cada quien manda en su casa, mas no en su cocina. Tendrás el poder cierto día, podrás ser la estrella. Pero hay una reina (tu madre, tu nona, tu tía, etc.) que se llevará todos los méritos en vida, por esa sencilla cuota fascinante de amor y servicio; que hace de la cocina algo realmente fascinante.
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