La vida se detiene muchas veces ante una mala hierba. A simple vista indefensa y desagradable, como para moverte rápidamente a su aniquilación.
Pones manos a la obra, en tu jardín, a extraer una y así cumplir con el compromiso de velar por tu huerto. Pero esta resiste, entonces decides apoyar otra mano, luego te apoyas en las piernas. Posteriormente, como un algoritmo, decides hacer ajustes, jalar de un lado obedeciendo un ángulo; probando con rociar agua sobre las raíces. Repetir el anterior proceso, transcurren los minutos y al fin; de vuelta a la vida.
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