sábado, 12 de diciembre de 2009

Tú Dirás


Morelia llevaba cuatro años viviendo en mi casa. Era mi inquilina, hasta que llegó el último sábado. El último sábado que la tuve para mi vida.

Cuando la tuve sobre mí, erguida, suave y lubricada; comprobé que el mundo es sólo una provocación de náuseas. Ella en su silencio eterno y en su ignorancia de la luz, no pronunció nada. La poseía y era todo cuanto quería de ella.

Su madre se despidió de mí prometiendo que me traería noticias de su tratamiento en La Habana. Señora, le prometí, La estaré esperando. Lentamente mis dedos se adentraron a mi garganta y me propuse a expulsar toda mi inercia, mi desenfado y mi fracaso. Morelia iba a morir.

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