Con mi andador y apenas cuatro años, me aventuraba a proezas que de seguro me habrán costado unos buenos golpes (producto de las caídas).
Con mi andador y a lo largo de la escalera, me abalanzaba con mi andador cuesta abajo; cual si fuera una motocicleta. Y obviamente me reía de mi hazaña. Yo era muy travieso.
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