Muchas veces el ser humano se pregunta por qué tiene que expulsar lágrimas, cuando se siente triste, acongojado o inconforme con una sensación del mundo.
La felicidad tiene su contraste con el meditar, en el sufrir. Las personas se concentran en los sentimientos más que en los ejemplos humanos. Es así que el ser frío e insensible nunca trata de mostrarse afectado por algo o las penas, simplemente actúa como un perceptor de la naturaleza, que no enseña al ser humano más que identificarse de entre su compañía.
Derivar nuestras penas y emociones deshechas, colleva a aceptarnos como somos y a no cuestionar el origen del sentir. Lo irónico es que si bien los animales pueden llorar y expresar sus emociones, éstas han sido adquiridas a través de los sentimientos expuestos por sus congéneres. Esto obedece al sentido de la soledad, la lucha por subsistir y la incomprensión del mundo, como es el caso de nuestras mascotas. Será por eso que quienes han vivido más, y por ende personas orgullosas, son definitivamente los más sensibles.
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