Una mañana sin procedencia, OK. Venía (importa poco) el asunto es que tenía hambre y no tuve mejor idea que descender ese puente ( de mañana) en el que conocí alguna vez a Roxana Matto (de noche) e ir rápidamente por un rico cebichito, sabor nacional. Muy cerca a una estación de Repsol.
Pero ocurrió que después de engullirme tan gustoso, saladísimo y picantísimo ceviche me quedé dormido en el medio de transporte y ya por la tarde avanzada, me sobrevinieron las náuseas más terribles y ardientes de mi vida (aunque fueron dos). La verdad que eso era como para morirse. Vivir para contarlo. Oh un cuchillo esperándome.
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