En compañía de su cielo sediento y de sus respectivas lluvias, San Mateo se abre ante mí como una flor y un eterno capullo. Yo vine a trabajar, pero también vine de paseo.
Con mis hermanos legionarios, en busca de fieles, en busca de animales carneros, de animales chuchos y de animales chanchos; inmortalizados en una foto; la sola esencia se anticipa al cariño. El paseo resulta así, inolvidable.
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