Yo la observo dentro de mi auto, parece una liebre juguetona dando brincos fantasmales ante la fuerza del viento. Ella me conoce hace unas horas y ya expone sus piernas al viento. Es ahí que comprendo lo que es la felicidad.
Llevarla luego a casa, en una moto que no es mía y que ni conduzco, llevarla a mis labios tan míos y tan ajenos para ella. Comprendo así que sólo estabamos de paso.
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